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Seguro que conoce el panorama. Alguien de su organización ha asistido a un seminario sobre una nueva tecnología colaborativa. Y después le han pedido ayuda con los primeros pasos hacia la implementación.
No hay duda de que la densidad robótica y las aplicaciones colaborativas están ganando fuerza en todos los sectores de fabricación. Y, como pioneros en la adopción de la tecnología robótica, la industria de automoción también se encuentra entre las primeras en el empleo de tecnologías colaborativas en la planta de fabricación.
Pero ¿qué necesita saber para poder desplegar desde cero esta tecnología?
En primer lugar debe tener en cuenta que las tecnologías colaborativas van más allá de los robots. Un espacio de trabajo colaborativo es cualquier área segura en la que humanos y máquinas pueden realizar tareas de forma simultánea durante la producción.
Los robots colaborativos, ciertamente, forman parte de la ecuación. Pero también lo hacen los vehículos guiados automáticamente (AGV, por sus siglas en inglés) y otras aplicaciones que permiten que personas y máquinas colaboren.
Por otra parte, las interacciones colaborativas hombre-máquina son comunes en las plantas de fabricación de automóviles desde hace bastante tiempo. Por ejemplo, tal vez en su planta los operadores ya puedan cargar o descargar piezas desde una cinta transportadora autónoma en movimiento o cargar ciertas piezas directamente en el brazo de un robot.
No es, por tanto, un concepto nuevo, aunque ahora la mayor inteligencia de los robots, de los servomecanismos eléctricos y de los sensores —y, por supuesto, una tecnología de seguridad mucho más sofisticada— permitan interacciones más cercanas.
La clave es el valor colaborativo
Las aplicaciones colaborativas están cambiando drásticamente el modo de interactuar de personas y máquinas, aportando un valor extraordinario a los fabricantes.
Un sistema colaborativo bien diseñado puede reducir la distancia de seguridad necesaria entre personas y máquinas o, mejor aún, cambiar drásticamente el modo de funcionamiento de esa distancia segura. Por ejemplo, si cuando se aproxima un operador se redujera la velocidad del equipamiento —en lugar de detenerlo por completo—, el operador podría trabajar de forma más segura y productiva en menos espacio.
Además de reducir el espacio necesario y los requisitos sobre el vallado de la planta —amén de mejorar la eficiencia en el trabajo— las aplicaciones colaborativas pueden mejorar la ergonomía del operador, reducir las lesiones por trabajo repetitivo y muchas otras cosas.
Tenga cuidado con las ideas erróneas. Y con el exceso de simplificación
En las aplicaciones colaborativas, tal y como sucede con cualquier tecnología nueva y prometedora, a menudo las expectativas y la realidad no acaban de estar alineadas. Tenga cuidado si en cualquier seminario oye a un ponente entusiasta, a un agente de ventas —o ya puestos, a su jefe— decir alguna de estas cosas:
- “Esta solución es intrínsecamente segura”.
- “No necesita protecciones ni representa ningún peligro”.
- “No es necesario que haga una evaluación o un análisis de riesgos”.
- “Está aceptado por la industria y, además, sustituye por completo el trabajo de un operador”.
- “No es necesario ningún trabajo adicional de ingeniería”.
- “A sus trabajadores les encantará”.
Estas son solo algunas de las ideas erróneas más comunes que circulan en la actualidad. Existen otras. Y todas tienen en común el exceso de simplificación de la tecnología inherente. Y también ciertas ideas erróneas sobre los métodos, guías y requisitos de la seguridad actual.
Básico para el éxito: un enfoque para la seguridad funcional basado en el ciclo de vida
La verdad es que para que una aplicación colaborativa funcione con éxito, las implicaciones van más allá de la instalación de la última tecnología de movimiento o del último robot, incluso aunque dicha tecnología incorpore funcionalidades avanzadas de seguridad. La implementación de una aplicación de este tipo hace necesarios el enfoque sistemático, la comprensión de los estándares de seguridad y la diligencia necesaria para demostrar el cumplimiento de los estándares.
Por tanto, ¿qué marco de trabajo estratégico puede ayudar más a las empresas a alcanzar estos objetivos?
En pocas palabras: deben utilizarse los principios de seguridad funcional como directrices. Directrices que permiten, por un lado, que las aplicaciones colaborativas puedan aportar todo su valor y, por otro, que sea posible implementar sistemas seguros que cumplan los estándares.
La seguridad funcional, en sus principios básicos, adopta un enfoque sistemático basado en el ciclo de vida. Un enfoque que comienza por una evaluación de los peligros o riesgos de la aplicación. Solo cuando esta evaluación se haya completado, se podrá avanzar hacia la especificación de los requisitos del sistema, el diseño, la verificación, la instalación y la validación del sistema de seguridad, para, finalmente, ocuparse del mantenimiento, la gestión de cambios y la mejora continua del sistema.
Este es el único modelo capaz de dar soporte a los conceptos de buen diseño durante toda la vida útil de la aplicación colaborativa y de integrar verdaderamente la seguridad y los estándares de seguridad con el diseño de los procesos y de las tecnologías.
Obtenga más información sobre cómo Rockwell Automation y FANUC trabajan conjuntamente para que los fabricantes de automóviles puedan cosechar los beneficios de las aplicaciones colaborativas y cumplir los estándares de seguridad.
Y esté atento a un próximo blog que estará centrado en los retos únicos, tanto a nivel psicológico como emocional, que plantean las plantas de fabricación cuando los trabajadores responden e interactúan con robots.
Publicado 25 de junio de 2018