Como miembro de la Sociedad de Mujeres Ingenieras de Rockwell Automation y del Professional Women’s Council (PWC), me doy cuenta de que necesitamos formar a las jóvenes en las disciplinas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM). Debemos enseñarles que la ingeniería no se limita al estudio de la física y la informática y que brinda muchas oportunidades que pueden ser emocionantes y divertidas.
Es necesario diseñar productos que, además de ser útiles, tengan buen aspecto y resulten cómodos. Dichos productos también tienen que comercializarse y venderse, no se trata simplemente de escribir códigos o pasear con un destornillador en la mano.
Las mujeres tienen una capacidad excelente de visualizar, comunicar y empatizar. También somos muy buenas en aspectos de la ingeniería para los que tradicionalmente se consideraban idóneas las características masculinas.
Podemos relacionarnos con los clientes y resolver problemas tan bien como cualquier hombre. Además podemos obtener una buena remuneración mientras ayudamos a esos clientes y, lo que es más importante, sentir mucha satisfacción con lo que hacemos.
Cuando estudiaba y decía que quería ser ingeniera, me respondían que “dejase de decir tonterías” y que buscase una “profesión sensata”. Por suerte no seguí ese consejo.