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La industria naval global se encuentra en un momento decisivo.
Los estrictos requisitos que regulan las emisiones de óxido de azufre (SOx) y óxido de nitrógeno (NOx) en las Áreas de control de emisiones (EMA) recién definidas que abarcan las costas de Norteamérica, Europa, Australia y Japón entran en vigencia en enero de 2015 y 2016.
Con estos reglamentos de la Organización Marítima Internacional (IMO) establecidos hace menos de un año, hay una mayor sensación de urgencia entre los constructores de buques que buscan mejores formas de lograr la eficiencia de combustible.
Una opción que gana terreno es la propulsión diésel-eléctrica. Los avances en la confiabilidad del sistema de control y las mejoras en la tecnología de variadores de frecuencia variable han hecho que esto sea una alternativa viable y rentable para los sistemas de propulsión mecánica convencionales.
Pero sea o no la opción correcta para un buque específico, en realidad es una cuestión de física y del perfil de funcionamiento del buque.
La propulsión mecánica, diseñada para brindar potencia y velocidad, se caracteriza por los diferentes sistemas diésel que accionan los propulsores y suministran el servicio eléctrico del buque. Una configuración típica puede incluir cinco motores primarios: dos motores grandes dedicados al sistema de propulsión y tres unidades más pequeñas para el servicio eléctrico.
Para buques que normalmente operan a cargas completas y velocidades altas, un sistema mecánico convencional, con motores primarios constantemente dedicados a la propulsión, es la única opción viable.
Pero para buques de suministro y barcos de trabajo que suelen trabajar con cargas bajas y a velocidades en ralentí gran parte del tiempo, los sistemas mecánicos no son ideales. La marcha en vacío no solo es poco eficiente desde el punto de vista del combustible, sino que la operación con carga liviana tensiona los motores diésel y puede causar problemas de mantenimiento.
Cuando un buque tiene carga baja o perfil de funcionamiento variable, un sistema de propulsión diésel-eléctrico puede ser una opción óptima.
El sistema diésel-eléctrico utiliza los mismos motores para la propulsión y el servicio eléctrico del buque. Al utilizar tecnología de variador de frecuencia variable, se ponen en servicio motores adicionales y la potencia se ajusta según los requisitos de carga de propulsión.
Se utiliza menos potencia durante la marcha en vacío y más durante las actividades de transporte y descarga.
El sistema diésel-eléctrico no solo mejora la eficiencia de combustible y reduce las emisiones relacionadas. También reduce la cantidad de motores primarios que se necesitan en varios buques y alivia los problemas de mantenimiento del motor relacionados con la marcha en vacío.
Mientras las operaciones petrolíferas, de gas y mineras se adentran en aguas más profundas, la eficiencia de los buques de suministro, los buques de producción, almacenamiento y descarga flotantes (FPSO), así como de los barcos de trabajo que respaldan estas operaciones será cada vez más importante.
La propulsión diésel-eléctrica podría ser la opción rentable y con conciencia ambiental.
Publicado 25 de noviembre de 2014