Desde mi punto de vista, esto indica que el mercado es muy maduro. En términos de fabricación, el mercado de alimentación y bebidas no se parece en nada al mercado de vehículos eléctricos, por ejemplo, en el que las nuevas técnicas de producción se desarrollan y aplican rápidamente para ofrecer nuevas tecnologías que satisfagan la nueva demanda o cumplan con la legislación. Tampoco se asemeja (todavía) a la industria farmacéutica, donde la nueva legislación exige que todo se rastree y siga desde el origen hasta el punto de venta de varias maneras.
La fabricación de alimentación y bebidas es semejante a un pato en un estanque: parece quieto, pero bajo la superficie se desarrolla toda la acción de las pequeñas patas, que bate sin descanso para avanzar.
Esas nuevas galletas de chocolate pueden no ser un gran progreso para el consumidor medio, pero representan un valioso punto de vista de la fabricación moderna de alimentación y bebidas. Las grandes empresas tienen que competir para atraer su atención (y la de su pareja). Necesitan innovar, crear sabores especiales u ofrecer diferentes tamaños y especialidades de temporada.
Para no perder su sitio en el carro de la compra de este mercado globalizado y muy competitivo, los fabricantes tienen que ser flexibles. Tienen que hacer pequeñas tiradas de producción que sean tan seguras como el resto de sus productos. Necesitan que los lotes sean uniformes, el tiempo improductivo mínimo y los cambios de producto rápidos; y que no haya devoluciones que puedan causar un deterioro instantáneo y desastroso de la imagen de marca.